Llevaba tiempo esperando que llegara el momento, la llamada que ella nunca se había atrevido a hacer y que sin embargo sabía que tarde o temprano ocurriría, cuando él se sintiese preparado.
Sabía que muchas cosas les separaban, pero otras tantas les unían.
Sabía que posiblemente solo ocurriría una sola vez el reencuentro, que era algo imposible de mantener en el tiempo sin que se supiera, pero...
Sabía que no les importaba a ninguno de los dos lo que pasara mañana.
El futuro era hoy, el presente hoy también y su momento ahora.
Sabía que deseaba desesperadamente que millones de mariquitas recorrieran su cuerpo aunque solo fuese por una sola vez.
Todo eso lo sabía, pero pese a todo, no quiso dejar pasar ese momento.
En una larga noche de caluroso verano, miles, millones de mariquitas recorrieron su silueta haciéndola conocer lo que era la felicidad, esa que nunca olvidaría y que cada vez que tuviera uno de esos maravillosos bichejos sobre su mano recordaría.
Sabía que Lindsay había velado sus sueños y "llamado" a los "botones rojos" para que la hicieran feliz...
Ojalá hubieran estado en Roma para soñar bajo las aguas de la Fontana di Trevi, como Lindsay lo hacía en Montepulciano y Anita en la propia capital con Marcello.
Pero estaba en Madrid, y allí, también las mariquitas recorrían cuerpos haciendo los sueños realidad.
